La crisis  y esta época de incertidumbre financiera ha repuntado el uso de este sistema para guardar los ahorros

Cada uno tiene una imagen propia de una caja fuerte. Desde un cubículo acorazado con una gran ruleta como llave hasta un pequeño espacio oculto tras el cuadro que preside el salón. También habrá quien la relaciones con un calcetín lleno de billetes debajo del colchón o con una lata de ranura donde depositar las monedas de los primeros ahorros. La mayoría de estas instantáneas nos las ha creado el cine y sus películas de asaltos. Otras nos vienen como un eco lejano, de otra época. Aquella en la que no existían ni los seguros ni los bancos como en la actualidad y la mayor protección para tus bienes era, simplemente, tenerlos a la vista.

 

Las cajas fuertes eran entonces la mejor cuenta corriente. Lo que te permitía sacar y guardar el dinero cuando y como quisieras. Parece que ahora también: con la crisis económica a nivel internacional que ha arrasado la última década, muchos han optado por volver a este sistema. El miedo a la depreciación de la moneda, a la bancarrota de las entidades bancarias o a la limitación de efectivo son los principales culpables.

Parece que toda la incertidumbre que vivimos hoy en día ya sea política, económica incluso humana no ayuda a confiar en otros modelos de inversión o de ahorro que no sea tener el dinero en nuestras casas.

 

En la última década se ha constatado una fuerte demanda de cajas fuertes. Se han aumentado las ventas más del 70%. Desde la crisis financieras de 2008 han aumentado esas las ventas.

 

Los fabricantes, aun así, advierten de que cada caja de seguridad tiene que cumplir una normativa europea. A la hora de reclamar un robo o una pérdida, por ejemplo, hay que entregar el modelo, un número de referencia y la fecha de fabricación. No vale cualquier recipiente, vaya. Los expertos dicen que muchas personas creen que lo que les venden a bajo precio en un supermercado es suficiente. Y no lo es: cada caja fuerte tiene “su identidad”. Las normas europeas establecen seis categorías diferentes que permiten asegurar entre 8.000 y 300.000 euros cada una. Para el que tenga esas cantidades, quizás merece la pena tirar por algo más que un cubo de metal con un candado. O una almohada.

 

Hay diferentes tipos de caja de seguridad:

 

Cajas fuertes de sobreponer

 

Son el modelo más clásico: una caja que se puede poner encima de un mueble o dentro
de un armario y por su propio peso impide que se pueda transportar con facilidad.

 

Cajas fuertes de empotrar

 

Se encastran en un tabique o muro para mayor seguridad.

 

Cajas camufladas

 

Se disimulan haciéndolas pasar por un objeto cotidiano.

 

Armeros

 

Cajas de seguridad específicamente pensadas para proteger armas de fuego de los amigos de lo ajeno o de niños o personas no autorizadas.

 

Cajas especiales

 

Botiquines protegidos, armarios para llaves acorazados, habitaciones anti pánico con puertas blindadas, buzones acorazados…

 

 

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